La imagen del pasado está unida a la identidad de una colectividad en correspondencia con los intereses, los problemas y los temores de cada momento. La memoria (y también el olvido) es el conjunto de representaciones del pasado que constituye el nivel mediador entre el tiempo vivido y el sentimiento identitario en el presente. El resultado: no hay una única memoria en la sociedad, pues cada grupo elabora la representación del pasado que mejor se adecua a sus valores e intereses. La construcción de la memoria social, y por extensión la política de la memoria, tienen sus límites en esta pluralidad de memorias colectivas en conflicto en una sociedad.

La vigencia que la fecha de 1936 tiene en la historia reciente de España muestra, precisamente, la trascendencia de la memoria histórica en el presente. No obstante el afán público por superar las fracturas en el pasado reciente, lo cierto es que el recuerdo de la guerra civil (que está unido a las responsabilidades en la dictadura franquista) todavía forma parte de la memoria colectiva de muchas personas, suscitando temores y polémicas. El proceso de cambio político no se fundamentó sobre el conocimiento oficial de las responsabilidades y sobre la asunción moral de las culpas, pues ni el arrepentimiento ni la reconciliación articularon la memoria y la reconstrucción de la identidad social durante la transición en España. En su lugar, la memoria social se formó sobre un deseo de olvido para superar un pasado traumático y favorecer la convivencia en el presente, en primer lugar, procurando el mayor consenso político en el proceso de transición a la democracia. La política de la memoria no ha reconstruido el pasado desde la verdad y el respeto de las diversas memorias colectivas que coexisten, sino desde la utilidad inmediata del olvido evasivo, que supone el silencio en la vida pública acerca de la guerra civil y, sobre todo, de la dictadura franquista.

Si la memoria social precisa el olvido del pasado reciente en aras de la convivencia (de modo que el deber de memoria histórica muestra una cierta ambigüedad entre la obligación de recordar de las generaciones posteriores y la necesidad de olvidar de quienes fueron testigos o víctimas de los acontecimientos), el problema es cuando el discurso del olvido permanece y supone la desmemoria del pasado reciente para las nuevas generaciones.

Francisco Sevillano Universidad de Alicante

Para saber más:

Memoria Histórica