BARRACHINA ORTIZ, Aquilino
(Anna, 1882–Alicante, 1940).
Nacido en Anna, estudió Contabilidad y Teneduría de Libros después de trabajar, desde muy joven, en la fábrica de borras de su padre. En 1919, casado y con dos hijas, marchó a la aventura americana como hicieron muchos de los valencianos de la época. En EE.UU. trabajó en diversas ocupaciones, consiguiendo unos importantes ahorros y aprendiendo el idioma inglés. Allí estuvo hasta 1926, momento en que decidió regresar e instalarse a vivir en Pego. Nada más llegar a Pego se afilió a la UGT (Sociedad de Trabajadores de Oficios Varios) de la Agrupación Socialista, y montó el que tenía que ser su negocio, un almacén de abonos. Además, fue uno de los impulsores de la creación de la Casa del Pueblo y de la Cooperativa Agrícola de la misma.
Para las elecciones de 1931 –como miembro de la Agrupación Socialista– propuso ir en coalición con los republicanos, en lo que se conoció como la Conjunción republicana-socialista, nombrándolo el partido a él como candidato. Tras las elecciones de abril y con la victoria republicana pasó a ocupar el cargo de teniente de alcalde. Un año después, el 30 de junio de 1932, la mayoría republicana acabó cediendo la alcaldía a Barrachina.
«El día 23 de junio de 1932 fui elegido Alcalde [por dimisión de un radical que al parecer] (muy a pesar mío) que por disciplina del partido acepté después de haber consultado con el Gobernador exponiéndole lo difícil que sería sostener en la Alcaldía de una minoría de tres concejales contra 13 de los 16 que se componía el Ayuntamiento. Y con las razones del Señor Gobernador don José Echevarría de que había que defender la República ofreciéndose apoyar mi actuación con el mismo sentido».
Después de superar tres votos de censura, la situación era irreversible y finalmente el Gobernador Civil le cesó del cargo de alcalde el mes de julio de 1934. Tras los sucesos de octubre, su lugar lo ocupó Eduardo Sendra, de la Derecha Regional Agraria; la Guardia Civil tuvo que abandonar Pego y Barrachina fue trasladado preso a Alcoy el 7 de octubre.
Triunfante el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 volvió a posesionarse el consistorio suspendido en octubre de 1934, pero poco tiempo después se produjo el alzamiento de 18 de julio y la anarquía se apoderó de Pego. En esta difícil coyuntura, el alcalde Barrachina quedó indefenso ante las operaciones ilegales y dramáticas protagonizadas por los milicianos emparados por el Comité del Frente Popular, que dirigió el poder efectivo durante los primeros meses de la guerra. Las funciones de Barrachina quedaron sólo enteras en las esferas administrativas: incautaciones, informes y detenciones. Estuvo al frente de la alcaldía de Pego hasta el 26 de abril de 1938 cuando el Gobernador Civil lo destituyó, nombrando un nuevo presidente del consejo municipal.
Como alcalde trabajó incansablemente por el crecimiento económico y social de la población. Creó y dirigió la Bolsa de Trabajo, fundó la Biblioteca Municipal, consiguió la concesión de la Aguas Potables, incrementó el presupuesto para el Asilo-Hospital (de 5.000 a 15.000 pts.), instaló la luz eléctrica y una cantina escolar en el Colegio Cervantes, compró los terrenos para la construcción de otro centro escolar en el Alter de Pau, construyó buena parte del alcantarillado y, posiblemente, fue él quien tapió la escalerilla de acceso al archivo municipal para salvar así el gran patrimonio documental que contenía.
Cuando a finales de marzo de 1939 se vio que la guerra estaba perdida, los amigos le aconsejaron que tenía que partir al exilio desde el puerto de Alicante. Nada más llegar al puerto de Alicante se percató de que «había nuevo gobernador y que el nuestro ya había marchado al extranjero hacía unas horas en compañía de todos los socialistas y otros partidos (mala impresión esta), pero en fin». La visión del puerto de Alicante fue desoladora para aquellos que llegaron tarde para embarcarse.
A Barrachina y los otros que fueron con él los condujeron desde el puerto al improvisado campo de los Almendros. Allí estuvo cinco o seis días hasta que lo trasladaron a Albatera. Tras diez y seis días de calvario en ese campo de concentración, fue trasladado a Orihuela. En la prisión de San Miguel, la situación mejoró un poco, ya que tenían agua para lavarse y se les daba dos ranchos de comida caliente. Pero el 15 de junio, llegaron a la prisión de San Miguel de Orihuela algunos falangistas de Pego con la intención de traérselos al pueblo, como hicieron. El 16 de junio de 1939, entraron en la prisión de Pego (situada en la iglesia del antiguo convento franciscano), llegados de Orihuela, Aquilino Barrachina, José Alarcón, Felipe Monzó y Fernando Siscar. El Juez Instructor Militar de Pego, inspirado en las intenciones de los falangistas locales, inició el expediente para condenar a muerte a Barrachina. En el primer expediente no se pudo demostrar nada, así que se le inició otro en el cual se desatendían los avales y testimonios presentados por el procesado.
«Al llegar a la cárcel me quitan las cadenas, me cogen como a un conejo y me meten al calabozo dándome cachetes, me sacaron tres noches y que haciendo una burla de mi hacían el papel de fariseos dándome bofetadas. Estuve en el calabozo 22 días, e incomunicado más de 40 días. Se me ha tramitado un expediente a gusto de los Falangistas para que la sentencia de muerte fuera cumplida».
En el mes de octubre, fue trasladado a la prisión de Denia junto con otros presos pegolinos, de los cuales nueve fueron fusilados el día 6 del mismo mes, y otros cuatro en el mes siguiente.
De la prisión de Denia, fue trasladado, a principios del mes de diciembre de 1939, al Reformatorio de Adultos de Alicante. Todos los intentos de Barrachina por demostrar su inocencia durante todo el año 1940 fueron baldíos. La sentencia estaba dictada, la muerte, solo por haber sido alcalde.
La entereza moral y humana de aquel alcalde que había trabajado y luchado por un pueblo que no era el suyo duró hasta el último día de su vida. El 6 de septiembre de 1940, momentos antes de que lo fusilaran, escribió esta carta a su mujer y sus hijas:
«Queridísima esposa, hijas y hermana política. Llegó mi hora y allá voy con el valor que requiere en un hombre macho.
María, como siempre te he dicho, te digo ahora que tengas valor para soportar esta vida llena de amarguras, mentiras e injusticias. Date cuenta que haces falta a tus hijas y debes vivir el mayor tiempo posible que aumentado ese cariño de madre como tu sabes hacerlo no haga falta el de padre que va a desaparecer dentro de pocos momentos.
Queridísimas hijas, al tener que desaparecer para siempre dentro de breves momentos solo me apena dejarlas a vosotras sin el apoyo y cariño de padre, pero ahí queda vuestra madre que debéis respetar, que en ella encontrareis el cariño de madre aumentado para sustituir el mío.
Angelita, como buena hija y hermana de Amparito creo y aseguro no hace falta te diga que no la abandones. Tener en cuenta que no sois hijas de un asesino ni de un lladre como lo han pintado.
Queridísima cuñada Pura, al dejar este mundo no dejo de pensar y darte mi agradecimiento por el cariño superado familiar que nos hemos tenido y supongo el dolor que compartirás con tu hermana y sobrinas, solo te digo que tengas valor y resignación.
Por último, queridísima familia mi último abrazo para todos sin olvidar a mis buenos amigos como son la familia de Rafael, los Arbonas y los Ferrándiz, nada más que escasea el tiempo.
Adiós para siempre de este vuestro esposo, padre y hermano.
Aquilino Barrachina».
Joan Miquel Almela (Arxiu Municipal de Pego)